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domingo, 23 de junio de 2013

HUEVOS DE CARACHAMA El abuelo invitó a tres de sus nietos para ir a buscar palmeras de huacrapona, a fin de renovar el cerco de la huerta de la casa. Los nietos aceptaron gustosos, estaban hambrientos de nuevas aventuras. Muy pronto hicieron los preparativos. Pero había algo fundamental que no se había previsto. Era que no estaban llevando nada de comida para el camino y la estadía en medio de la selva virgen. Uno de ellos, le preguntó al hombre de cabellos blancos: Abuelito, pero no estamos llevando nada para comer. El abuelo respondió: Pero de qué te preocupas. Ya veremos que comemos. El abuelo nunca mentía. Pero dejó nacer en la mente de los jóvenes una intriga por saber que iban a comer. Una vez que partieron hicieron una parada en la chacra. Recogieron una buena porción de yucas y plátanos y retomaron el viaje. Una vez más uno de los muchachos preguntó: Pero, abuelo, eso de plátanos y yuca no va a ser suficiente para la comida. El viejo, esta vez calló en siete idiomas. Continuaron río arriba sin hacer más preguntas. Mientras tanto jugaban a cualquier cosa en el bote. Habiendo entrado en silencio de la selva con el bote, el abuelo indicó a uno de los muchachos que conducía el bote, parar unos instantes en un sitio solitario. De pronto el anciano sin pronunciar palabra alguna se preparó para nadar. Nadie dijo una palabra, cada uno imaginó lo que quiso. Uno de ellos estaba esperando a que el de muchos años invitara a nadar en medio de las aguas de aquella quebrada. Nada de eso sucedió. El respetable anciano sin decir palabra se zambulló en el agua. Fue una gran sorpresa cuando después de bucear en unas de sus manos traía una buena porción de pequeños huevos de color amarillo. Por supuesto que nadie se atrevió a comentar cosa alguna. Cada uno de los tres nietos observaban en silencio el extraño proceder del abuelo. De pronto tenían reunido en una olla suficiente huevos de pez para que coma una tropa de soldados. Eso no fue todo. La sorpresa venía en seguida. Unas cuantas buceadas más. Los huevos venían acompañadas de las mismísimas carachamas. Un pez diluviánico de color negro con ojos vivos y abundante cola. Terminados los comentarios y la gran sorpresa, cada uno se puso manos a la obra: había que cocinar el producto de la pesca. El estómago ya cantaba por dentro pidiendo de comer. Ellos preparan una sopa con los huevos y con las carachamas prepararon un delicioso chilicano. La carachama tiene una riquísima carne sin diminutos huesos como lo tienen muchos peces de los ríos de la selva peruana. Los huesos de la carachama son más bien grandes. La tristeza del principio se convirtió en abundante alegría. Cada uno agradeció a su modo al sabio anciano que acababa de impartir una valiosa lección. Estaban fortalecidos para culminar con el propósito del viaje. Cortaron varias palmeras. Después, las partieron en cortes de tal manera que quedaron listas para ir cercando la huerta.