En 1992 un misionero que había visitado los pueblos del río Tigre y del Corrientes, reportó que vio fallecer a un hombre que se hinchó el cuerpo entero a causa de cálculos renales. Eso era como una anécdota, de esas que cualquier persona no se olvida fácilmente.
El domingo pasado en un programa periodístico de la televisión nacional, se vieron los efectos causados por la explotación del llamado oro negro en el río Corrientes. Oro negro para los dueños de las transnacionales que usufructúan de este bien natural, desgracia para los pobladores que vivimos del agua de los ríos.
Desde cuando se descubrió el petróleo en Trompeteros del río Corrientes han pasado tres décadas y un poco más, casi una generación, de acuerdo al promedio de vida en la selva. La generación que va muriendo como aquel hombre de los cálculos renales y la generación que va creciendo como se ha visto en el reportaje, viene ingiriendo cadmio y plomo en los alimentos y el agua.
Dos elementos químicos que son altamente dañinos para la salud de las personas, los animales y las plantas, en los humanos afectan al hígado, a los riñones, al sistema visual y a la larga puede producir cáncer. Los peces que se nutren de lo que hay en el agua, sea con otros peces pequeños o vegetación acuática, también son afectados. Los árboles se secan porque están absorbiendo agua salada. Los ríos adquieren una capa negra y grasosa que vuelven insalubres a sus aguas.
Me duele mi selva como cuando me duele mi riñón a causa de los cálculos o piedras adheridos en las paredes de este órgano que purifica mi sangre de líquidos y elementos químicos que no sirven para mi cuerpo.
Me duele y no puedo quedarme callado, no podemos quedarnos pasivamente esperando que otros resuelvan nuestros problemas. Hay que levantar nuestra voz, ante el gobierno y ante el mundo entero. No valen las promesas, nadie vive de promesas.
La selva, nuestra selva, es el pulmón del mundo, al purificar el aire que respiramos. Y si el sistema ecológico se quiebra, vamos siendo afectados indefectiblemente.
El agua que bebemos, los peces y animales que comemos, están contaminados. Uno de los jefes de Plus Petrol de Lima, bien sentado y encorbatado, decía que ellos beben del agua del río corrientes después de purificarlo de los elementos pesados, es decir, de los elementos dañinos para la salud. Esto más que un insulto.
Porque ahí, al otro lado del río, a menos de cincuenta metros, en Trompeteros, la gente recoge agua para beberla y para cocinar directamente. Sin proceso alguno de purificación para se vuelva potable. Los hombres pescan en el río corrientes y sus afluentes peces contaminados. El organismo de los niños y de los adultos está contaminado en un 90%. Esto es más que estar condenados a pena de muerte, esto es morir diariamente conscientes o no.
Cómo esta compañía transnacional va resarcir los daños que está causando a nuestra selva porque no existen leyes que le obliguen a proteger la vida humana, mientras se enriquece día a día. Debemos unirnos. No olvidemos que el río Corrientes abastece de agua al Tigre, al Marañón y al Amazonas.
Aquí no se trata de alejar las inversiones extranjeras, se trata de proteger nuestra propia vida, nuestro futuro, nuestro presente como pobladores de la ribera.
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