Entradas populares

viernes, 8 de octubre de 2010

Bufeo Colorado

PRIMERA SECUENCIA: El rapto

Cerca del caserío Pahuachiro en la muyuna del cañabraval. “Potocho”, el fisga con mayores posibilidades, estaba en su canoa anzueleando bujurquis debajo del árbol Huayo Negro. De pronto reventó un remolino en la orilla derecha de la cocha, desde donde emergió el temible bufeo colorado, roba gente; fue tan fuerte el remezón de las olas que la canoa del “Potocho” se viró en cuestión de segundos, nada pudieron hacer su remo y su vieja habilidad para sortear los ventarrones y mil muyunas en sus 19 mil días de pescador. Al poco rato el cañaveral quedó silencioso como antes, salvo el lejano canto de los pihuichos y de las chicharras, parecía no haber ocurrido absolutamente nada, en cambio el “Potocho” había desaparecido, junto con sus anzuelos, sus flechas, su canoa y su remo, el bufeo colorado lo había robado y conducido al fondo del gran río.

SEGUNDA SECUENCIA: La fallida ayuda de San Antonio

Era ya entrada la tarde y se iniciaba el reverbero de los lamparines en uno y otro tambo. Los familiares empezaron a preocuparse y a movilizarse, preguntándose qué había pasado con el querido “Potocho”. Preguntaron a los vecinos, nadie daba noticia alguna sobre él, solamente don Otuco le había visto anzueleando debajo del árbol Huayo Negro, pero eso era como hacia el mediodía. Agotadas las posibilidades de más noticias, fueron a la casa de doña Chabuca para prestarle su San Antonio; con San Antonio, una bandeja, vela y linternas en las manos, salieron a buscar a don “Potocho”. Eran como diecisiete canoas que, sin prisa ni pausa se acercaban a la muyuna. Mientras viajaban, cada quien imaginaba un posible desenlace de aquella búsqueda. En la canoa que llevaban al santo prepararon la bandeja, San Antonio fue colocado en el centro y la vela delante del santo, lo soltaron en uno de los lados de la muyuna, la bandeja con la vela encendida y el santo dentro, dieron varias vueltas a la muyuna, en ningún momento se detuvieron.
Estaban abatidos, lo probaron otras dos veces más, un poco más abajo de la muyuna y un poco más arriba de la muyuna. San Antonio nunca se detuvo. Hacia las diez de la noche, corriente abajo del río uno de los bogas, divisó a lo lejos debajo del gramalote algo parecido a una canoa; efectivamente, era la canoa de don “Potocho” como lo certificó su primo Mishaco. Todos guardaron silencio, mientras una gélida sensación recorría sus cuerpos de la cabeza a los pies. Cada uno imaginó lo peor. Como en sueños recordaron que no era el primero en desaparecer en aquella muyuna. En la canoa no había rastro alguno de la suerte del “Potocho”.
Una vez de vuelta al pueblo con la tristeza en el corazón, Mishaco, pidió a su compadre Puricho que le acompañara a casa del brujo Alshico.

TERCERA SECUENCIA: En el tambo del Brujo.

Mishaco y su compadre Puricho se aseguraron de llevar consigo la ropa del “Potocho”. Una vez que relataron lo que habían realizado hasta ese momento, el brujo Alshico que se encontraba acompañado de su ayudante Hipushima, sugirió con voz solemne realizar la prueba de la Ayahuasca. Los dos hombres asintieron pasar la prueba. En un instante Hipushima trajo todos los ingredientes para la prueba, la olla de barro, los pates, los mapachos, y la corteza de la Ayahuasca. Mientras el banco Alshico icaraba la ropa del desaparecido, en la tushpa con leña de capirona encendieron el fuego y, cuando los gallos empezaron a cantar tenían listo el poderoso brebaje. Para eso ni el compadre Puricho, menos Mishaco habían probado alimento desde la noche anterior. El brujo Alshico les advirtió que tomaran el preparado sin respirar y procurando beberlo todo de un sorbo. Así fue, cada quien tomó lo que le correspondía. Esperaron un rato, mientras dejaban de vomitar a causa del potente brebaje. Mientras vomitaban veían como en sueños unas extrañas apariciones, dos tunchis que se parecían al Sheshita y al Demetrio, ellos habían fenecido el año anterior uno detrás del otro de tanto escupir sangre, ellos acompañaban a uno jorobado, iba con la ropa mojada, pero no se les veía la cara. Vieron muchas otras cosas feísimas, horribles: demonios, shapshicos, boas negras con cabeza de otorongo, tanrrillas gigantes, ardillas voladoras, toda clase de víboras y animales malignos: por último vieron al bufeo colorado con cabeza de anaconda, con zapatos de cahuaras, con brazos de pelejo. Eso fue cuando ya empezaba a clarear el día. Pasaron eternos minutos, hasta que los huacamayos y la chicua se pusieron a cantar entre los árboles, rompiendo la mañana. El brujo movía la cabeza, triste como un renaco sin hojas, miró a Hipushima como para darse valor. Aclarándose la voz, sentenció lentamente: «desde ayer estaba cantando la chicua, ahí nomás daba vuelta, no sabía cual era su mensaje, ahora que la Ayahuasca lo ha confirmado, pobrecito don “Potocho”, está muerto tío Mishaco, está ahogado, el bufeo colorado tenía hambre de gente y se lo llevó a tu primo».
Como perros apaleados Mishaco y su compadre Puricho emprendieron camino de vuelta sin decirse palabra alguna. Salieron una vez más en sus canoas y una vuelta antes de la Muyuna, algunos gallinazos volaban en círculo, era clarito que ahí estaba el muerto. Había rebalsado, ya no tenía tripa, los caneros se lo habían devorado. Recogieron el cadáver y se fueron a velarle en la escuela fiscal de Pahuachiro, ya olía feo.

1 comentario:

  1. El Bufeo Colorado es el delfín de las aguas dulces. Se cree que tiene poderes demoníacos. Si llegas a verlo de cerca es realmente tierno.

    ResponderEliminar